Glaciar Solheimajökull, Islandia, julio 2006
La verdad, a pesar del protagonismo mediático del volcán Eyjafjalla y más bien de la perturbación que está causando en los cielos europeos, me parece una noticia que desde el punto de vista natural tiene un transfondo muy interesante, al menos para un geólogo frustrado como lo soy yo. Estamos en el Sur de Islandia, al borde de la meseta central y la llanura costera arenosa, el sandur. El mar no está lejos y se ven las islas del pequeño archipiélago de Vestmannaeyjar. Al Norte, no muy lejos está el “terror” de los volcanes islandeses: el Hekla, durmiendo y los infinitos campos de cenizas de Fjallabak y Landmannarlaugar. Grandes ríos y glaciares sobre los volcanes, y el asombro en la mente de que los procesos geológicos son muy lentos, … menos aquí. Es todo entrar en erupción, fundir el glaciar sobre el volcán, una riada jökulhlaup devastadora en los sandur deshabitados que arrastra bloques de basalto de varias toneladas, … En una era tecnológica, hay asombro para lo natural.
Cuando yo estuve, el volcan Eyjafjalla dormía bajo los glaciares Eyjafjalljökull y Solheimajökull. Recuerdo ir por la mañana con nuestro cochecito, ver los glaciares y meternos por una pista de tierra para ir a pisarlo. Bajar del coche con emoción y con cuarenta ojos. Los págalos grandes crían en la zona y no dudan en atacar a los intrusos. Asombrarnos ante el hielo sucio, mezclado con grava, piedras y cenizas, y … supongo que influidos por ser la primera vez que veía un glaciar.
En unas piedras cercanas, tiempo para ver unos líquenes a la sombra del volcán: Physcia dubia, Parmelia saxatilis y Lecidea lapicida. Islandia, ¡qué recuerdos!.
Parmelia saxatilis, Hjalvarfoss (Islandia), julio 2006
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